- ¿Porqué decidiste hacer tu nuevo ajedrez? – preguntó tras lentas horas de lecciones de ajedrez. Resultó ser mucho más difícil de lo que creía, no solo aprender las normas básicas, sino aprender a crear una estratégia. Ya había sufrido decenas de derrotas humillantes, no había ganado ninguna partida.
- ¡Te dejas siempre piezas sin proteger! – le reñía el
hombre.
Porque ella recién empezaba a entender que matar sus
piezas no era siempre la mejor opción, a pesar de que no conseguía deshacerse
del todo de la sensación de que cuantas más piezas suyas conseguía, más ventaja
tenía. Aunque esas piezas fueran, en su mayoría, peones que había intercambiado
por piezas más poderosas.
- Jaque al rey – dijo, obligándola a prestar atención
a su partida. Solo tenía un movimiento posible, así que no tuvo que pensar
mucho.
- ¿No es demasiado trabajo?
Él no desviaba sus ojos de la partida, mientras
pensaba qué movimiento hacer.
- No lo es si te gusta lo que estás haciendo – después
de decir eso, movió una pieza y sentenció – Jaque mate.
Empezaron a recolocar las piezas, como una nueva
rutina, pero ella necesitaba respuestas.
- Pero, si ya tenías uno, ¿porqué construir otro? – se
recostó en su silla, notando los músculos agarrotados de la posición.
Se habían trasladado a la mesa de trabajo, para poder
jugar mínimamente cómodos. La madera de la chimenea casi se había consumido,
pero seguía latiendo incandescente, y mantenía latemperatura de la habitación.
- Porque este será especial. Los dragones son...eran,
– al rectificar, titubeó un poco antes de hacer su movimiento – criaturas increibles, magníficas y nobles.
- ¿Los dragones existieron? – intentó que su voz
sonara curiosa, que no denotara su expectación ante su respuesta.
No contestó inmediatamente. Sus dedos se detuvieron
milimetros antes de rozar el caballo de la izquierda, cuyo movimiento
finalizaba la apertura que Oliver se había inventado. La había bautizado como
“salida Gaisras”, según él, para hacerla lo más difícil de pronunciar possible.
Briana aún no había conseguido combatirla.
- Muchos creen que es solo una leyenda.
Supo leer entre líneas; muchos creían que era una
leyenda, pero él no. Es más, sabía que existían, así que le estaba mintiendo
descaradamente. Seguro que él lo sabía, sabía que ella percibiría su mentira.
La mano le tembló casi imperceptiblemente mientras acababa su salida. Pero no
podía decírselo.
- ¿Y el dragón de tu ajedrez que nos enseñaste, es
hembra o macho? – trató de impregnar su voz de inocencia, pues sabía que había
dado un paso muy arriesgado.
- Hembra – y tras decirlo adoptó una expresión de
pavor. Luchó para no sonreir: Oliver se había delatado a sí mismo. Sin embargo,
fingió estar interesada en la partida.
- ¿Y cómo se distinguen? – Oliver se removió en su
asiento: era evidente que estaba incómodo – Bueno, es decir, existan o no,
¿cómo los distingues tú en tu ajedrez?
El hombre respiró profundamente, y ella apenas
aguantaba para no reír.
- Bueno, yo tallé la hembra de un tamaño menor que el
macho, y además, el macho tiene escamas dobles en el lomo, y la hembra no.
Intentó pensar en su dragón, y no pudo acordarse de si
tenía escamas dobles o no; no podía fiarse del tamaño ya que no podía
compararlo con ningún otro dragón. Sin contar el de la cueva, pensó. Que
en ese caso, el suyo era tan pequeño que no serviría de nada.
Antes de que pudiera preguntarle nada más, la puerta
de la armería se abrió.
- ¿Hola? ¿Briana? – justo después la cabeza de Trad se
asomó por el marco de la puerta del taller – ¡Briana! ¡Ya casi es la hora de
cenar! Te estaba esperando – parecía un poco molesto, con los brazos en jarras
y el ceño fruncido.
- Trad... – comenzó ella, però Oliver la interrumpió.
- Ahora no, chico. Estamos en medio de una partida de
ajedrez.
- Pero...
- ¡A callar!
Y eso hizo que Trad se quedara con la boca abierta,
pero no dijo nada más. A Briana se le escapó la risa, cobrándose una mirada
encolerizada y desconcertada. Se concentró en la partida, pero Trad se acercó
hasta ellos y su presencia la incomodaba. No paraba de realizar movimientos
inútiles que provocaban múltiples bajas en sus filas de peones, y pronto su rey
estuvo aislado.
- Jaque mate.
Briana se dejó caer en su silla y resopló.
- Menuda paliza – dijo con voz socarrona Trad.
Ella le pegó un puñetazo en el hombro, logrando que se
quejara y se frotara la parte adolorida.
- Si quereis podéis quedaros a cenar. Hay estofado de
sobra.
- ¡No, no! – se apresuraron a exclamar los dos. Se
miraron de reojo, y Trad le sonrió. Sin saber porqué, eso le hizo sonrojarse.
- Jessa y Theo nos esperan para cenar – mintió el
chico. Briana asintió y se apresuró a abrigarse, antes de que el hombre los
retuviera. Por un momento, se sintió mal. Oliver parecía muy solo.
Entonces recordó el estofado, otra vez. Ya había
tenido suficiente ese día.
Bon dia!
Maraya
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