dimarts, 21 de març del 2023

Cuando limpiar un cuarto se transforma en una batalla

Hoy he pensado mucho en ti, mi compañera, que me sacó del pozo invisible a los extraños. Viste claramente en el momento que me conociste que algo no iba bien, como tu dices, no podía ser quien era y tener la habitación hecha un desastre de tal manera (y qué gran desastre. Aún tiemblo al pensar en ello). Creo que fuiste la mano que me ayudó a superar el último eslabón de la relación que me perseguía, de la que había creído huír pero sus manos viscosas trepaban por las paredes de mi cuarto proyectando sombras de aquel yo que apenas se sostenía en pie. 

Ahora cada vez que ordeno el cuarto pienso en ti, y me sorprende haber descubierto que en realidad me molesta mucho estar en un espacio desordenado, cuando toda mi vida uno de los adjetivos que he recibido más ha sido, precisamente, desordenada. Pienso en ti muchas veces y siento que a pesar de estar lejos, físicamente, y estar pasando por una temporada en la que encontrarnos se está haciendo difícil, de alguna forma cada ves que ordeno el cuarto ahí estás, ofreciéndome la mano. 

Ganamos la batalla que nos hizo ganar la guerra, para poder alzar la bandera blanca con nostras mismas, y me alegro de haberlo podido hacer a tu lado.


Te quiero mucho y tengo muchas ganas de abrazarte, mi 2018. 


Con amor, 

Maraya

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