Aquí deixo un conte que vaig escriure relativament fa poc, no recordo exactament perquè. No dormir està fent que em costi escriure; però ho aconseguirem! Aprofito per saludar a qualsevol persona que es pren la molèstia de llegir totes aquestes coses randoms (i a les persones que conec que sé que ho fan, us ho agraeixo infinit).
"De todas las veces que tuvo que sesgar una vida, hubo solo dos en las que
titubeó y demoró su tarea, lidiando con las consecuencias que todo esto le
supuso en su momento. En ambas ocasiones lo acabó haciendo a regañadientes,
pero por motivos tan sumamente diferentes que, después de tantos milenios,
incluso se sorprendió a sí misma.
Ella era la Muerte. El final personificado, así, con mayúsculas, su nombre,
otorgado por aquellos que la temían e intentaban rehuirla. Ella era la Muerte, lo
era, y como tal, su papel se había convertido en algo tan monótono como para
los humanos respirar. Ella lo era, y había dejado de preocuparse por algo más
que no fueran las cuentas: las personas habían dejado de tener una identidad, y
habían pasado a ser números, después de tantos miles de años de trabajo
tedioso. Ella lo era, y la eternidad la había insensibilizado: los gritos de
desesperación eran un rumor sutil, como los pájaros que cantaban enmascarados
por la ajetreada rutina; los sollozos y lágrimas eran fácilmente obviados cómo
el rocío evaporándose bajo los primeros rayos de sol; y el vacío que cualquier
ser vivo dejaba atrás, era rápidamente ocupado bajo sus ojos. Bajo los ojos de
la Muerte, para la cual la vida de un humano no duraba más que un suspiro.
Pero en dos ocasiones, se le hizo inasumible.
La primera, fue por despecho. Durante años siguió un rastro de sangre
incontable dejado por el más despreciable de los seres. Tanto, que hasta Muerte
se estremecía, ante el horror, la indiferencia y la falta de remordimiento.
Nunca se había quejado de su trabajo. Hasta que un final tranquilo y sosegado
le llegaba a este individuo, quien no lo merecía, a quien gustosamente se
hubiese llevado en cualquier circunstancia un poco más violenta, más agria, que
no en la más cómoda de las camas, junto a todos aquellos a quienes,
injustamente, había podido amar y por quien había podido ser amado.
Así que Muerte se negó. Se negó a llevárselo en paz, se negó a sostener su
mano y advertir aquella alma que supuraba fealdad. La injusticia de lo sucedido
y su férrea voluntad de hacerle pagar una ínfima parte de lo que había
provocado, lograron que cambiara el curso de los acontecimientos. No se lo
llevó esa noche.
En cambio, esperó. Pacientemente, sin desatender sus otras
responsabilidades. Hasta que el momento deseado llegó pocos años más tarde,
donde la madre de una de sus víctimas irrumpió en su morada y dio rienda a su
imaginación más sangrienta. Su final, su muerte, duró horas. Muerte se regocijó
y se detuvo más de lo necesario a admirar la obra de aquella furia, cuyo primer
objetivo fue clavar un cuchillo en los testículos de aquel hombre que había
abusado hasta destruir a su hija.
Solo entonces, hasta que ya no podía aferrarse a la vida ni un momento más
(y también porque la conciencia de aquel hombre se había perdido, y ni el dolor
ya podía hacerle sufrir), solo entonces, se lo llevó.
Pero la segunda vez, la que ahora le atañía, fue fruto de algo
completamente distinto.
La Muerte se enamoró de una historia. La mía. Y en lugar de llevarme al
mismo mundo que aquellos que durante tantos miles de años se había llevado, me
hizo su compañera. Y ahora soy yo lo último que ves antes de que tu reloj
marque cero y el tiempo en este mundo se te acabe."
Amb ganes de dormir bé per un dia, Maraya
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