dimarts, 15 de novembre del 2022

Conte del passat: Yo soy la magia que se escapa del escenario.

 Vull recuperar aquest escrit perquè tot i que la història es va quedar a mitges, recordo que vaig gaudir molt escrivint-la i és un d'aquells projectes (com mil d'altres) que tinc i que no acabo, però que mai perdo l'esperança que en algun moment tornaré a connectar-hi i voler endinsar-m'hi. Aquest escrit el vaig fer per un exercici del curs d'escriptura en el qual havíem d'escriure la mateixa escena des de dos punts de vista diferents. És una història que portava escrivint des de feia temps, la qual compta amb una llegenda que em va dir un antic company de l'institut (crèdits al Gneis). Tenia 15 anys, i llegia qualsevol cosa que se'm posés davant. És una història una mica ¿cursi? però de totes maneres continuo recordant-la amb molt de carinyo, per molt que el temps faci que em doni una mica de cringe al llegir segons quines coses. Aquesta història va sorgir del fet que a la revista de l'institut vaig voler fer una entrevista a un mag (si, quien lo hubiese dicho) i em va portar a l'ACAI, l'Associació Catalana d'Aficionats a l'Il·lusionisme; o com jo li dic, la Guarida de la Magia. L'experiència va ser d'allò més surrealista tenint en compte que LITERALMENT ESTAVA ANANT A L'ASSOCIACIÓ DE MAGS DE BARCELONA. En fin, un sueño hecho realidad, i el lloc, de ensueño. Bueno, me callo ya, a leer se ha dicho:

“Hay cartas rojas y cartas negras. Las cartas rojas simbolizan el día y las negras, la noche. Hay 52 cartas en total, que son el número de semanas que hay en un año. Además, cada palo tiene trece números, que son los ciclos lunares que se completan en un año, y si cuentas cada una de las figuras, los reyes, las reinas y las jotas, suman doce, que corresponden a los doce meses. Los tréboles, las picas, los corazones y los diamantes son, cada uno, una estación del año. El trébol simboliza el otoño, la pica es el invierno, el corazón es la primavera y el diamante es el verano. Y ahora viene lo más sorprendente: si sumas todos y cada uno de los valores de la baraja suman 364; si añades el primer comodín, suman 365, que son los días del año; y si le sumas el segundo comodín, suman 366, que son los días de un año de traspaso.”

"Yo sabía quién era Jean Sparks cuando estuve por primera vez entre sus manos. Yo sé quién es. Yo sé quién será. Yo lo sé todo sobre él: soy su confidente, su amante y su amiga. Soy todo por lo que él jamás ha luchado. Fui, soy y seré siempre, su carta más preciada. Por eso no estoy intranquila al esperarlo aquí, sola. No. Porque sé que tú vendrás con él, dentro de muy poco, de hecho. Que entrarás a su lado por esa puerta de cristal y madera que gime al abrirse por los años y las personas y los amores que han pasado por ella; sonará la campana de la entrada. Sé que te pararás debajo de mí, como la primera vez que me viste; que me mirarás con recelo y desconfianza, y que le preguntarás a Jean “¿Cómo hiciste el truco?”. Él sonreirá, estoy segura. Porque estos últimos días esa sonrisa se ha acomodado en sus labios, se siente a gusto y Jean también. Sé que es así. Pero sin embargo no te contará su secreto, porque él es un buen mago, y un buen mago jamás revela sus secretos. Y él tiene muchos. ¿Lo sabes tú? Subirás a una silla, mosqueada, porque Jean no querrá despegarme, porque Jean lo que querrá es ver cómo lo haces tú. Estarás con el ceño fruncido, porque crees ser consciente de que se ríe de ti. Pero no es así. Sé que no es así. Él sonríe porque le gusta estar contigo, y aunque no lo demuestre, últimamente se ha descuidado de esconderlo. Ya no roba tanto. Pero no dejará de hacerlo. Me rozarás con tus dedos fríos del invierno y me desengancharás con cuidado, porque te dará miedo que aparezca el secreto del truco, que a pesar de que preguntes no querrás saber. Yo, con un suspirito, bajaré del cielo inmaculado, de la cruda blancura del techo, y reposaré en tus dedos hasta que Jean decida decirlo. Tú negarás. Él insistirá. Me mirarás ruborizada, tímida, confusa y asustada.

Porque él jamás dejará de robar. Pero quizá lo que robe es algo que guardas dentro del cofre que es tu pecho.

Yo sé quién era Jean Sparks. Yo sé quien es cuando en su bolsillo soy testigo de uno de sus robos habituales. Yo sabré quién será al dormir las noches sin luna.  Yo lo sé todo sobre él: soy su confidente, su amante y su amiga. Soy todo por lo que él jamás ha luchado. Fui, soy y seré siempre, su carta más preciada. El dos de picas.

   

Entré por la puerta sintiendo cómo mi euforia crecía al estar más cerca de respuestas. Se había convertido en una cuestión personal. Quería saber qué ocurría con la baraja de Jean y el libro de Tom. Necesitaba saberlo.

Así que me adelanté y caminé con paso apresurado hasta debajo de la carta pegada en el techo. Seguía igual que siempre, sola entre la nada. Había estado dudando sobre si la carta permanecería pegada desde el día en que Jean la dejó, pero por lo visto había realizado el truco a la perfección.

-          ¿Cómo hiciste el truco?

-          ¿Cómo dices? – me preguntó con esa sonrisa petulante.

-          Que cómo lo hiciste – solté, incómoda con su forma de mirarme, y enfadada con el calor que sentía en las mejillas.

Pero solo conseguí que Jean ensanchara más la sonrisa y se tapase los labios con un dedo, indicándome que era un secreto. Alcé los ojos al cielo, me crucé de brazos y sacudí la cabeza intentando apartar los mechones rebeldes de mi cabello.

-          Bueno, ¿a qué esperas? ¿Vas a coger la carta o no? – dije impacientándome.

Jean alzó una ceja y negó.

-          Tengo miedo a las alturas.

-          ¡Jean! – insistí, enfadada.

-          Lo digo en serio. Tengo vértigo. Si me desmayo en la silla quizá caigo y me parto la crisma.

Él no perdía su sonrisa insolente, ni tampoco su actitud confiada. Yo, en cambio, perdía toda mi paciencia. Pero sabía que era una tontería intentar razonar con él. Así que cogí una silla, la puse debajo de la carta, y me subí encima pisando fuerte. ¿Quería que yo cogiese la carta? Perfecto. Después ya se arrepentiría cuando a mi no me diese la gana irme precipitadamente del lugar.

Cogí la carta con cuidado. Temía que se me cayera, o que lo que fuese que la pegaba al techo me cayera encima. Pero no ocurrió nada. Me la quedé mirando unos segundos, evaluándola. No encontré nada fuera de lo normal. Parecía una carta completamente corriente.

Bajé sin dejar de mirarla y se la tendí a Jean.

-          Quiero que la guardes tú – dijo él con voz resuelta.

Lo miré como una boba, sin entenderlo. Cuando vi que iba en serio, negué con la cabeza.

-          Aún guardas el joker, ¿verdad? Pues quiero que guardes esta también.

Me gustaría decir que me negué, que no caí en la tentación de quedarme la primera carta que hizo que nos conociéramos. Pero la verdad es que quería tenerla.

El dos de picas. El dos de invierno. Dos jokers que robaban la última carta de una baraja incompleta."


Si aquests dies estic tirant sobretot d'escrits recuperats és perquè estic tot el dia tancada al laboratori i amb poc espai mental per ni tant sols voler plasmar el que sento. Visca la química!

Enfeinada, Maraya

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