dijous, 20 de novembre del 2014

Tay ¿Cómo empezó todo? Segunda parte


Todo había empezado como una broma. Ese día estaba inusualmente feliz por un motivo que ya había olvidado. Las hojas de la libreta roja llena de bocetos pasaban al son de sus dedos. El papel que crujía y las puntas amarillentas le daban un aspecto frágil, a pesar de tener una treintena de años. Tay se dirigió a la taquilla y al levantar la mirada vio a Guewen concentrado en abrir la suya. 

Intentó ignorarle inútilmente, ya que pocas veces había coincidido con alguien tanto rato y no sabía cómo actuar. La Tay etérea no reía a carcajada limpia como solía hacer todas las veces que intentaba entablar conversación con alguien, sino que, comprobó con sorpresa, estaba curiosa. 

El hecho de que una parte de ella sintiera curiosidad por alguien la impactó tanto que por un momento no sintió vergüenza ni timidez. Por un momento se sintió valiente.

- Hola, Guewen.

Enterró la nariz en su libreta y se fue con rapidez hacia la clase. Notaba la adrenalina recorrerle las venas y respiró profundamente, como si lo hubiera hecho por primera vez. 

Se sentía fuerte, capaz de todo. 

Ese sentimiento no le duró por todo el día, pero lo tenía guardado en el fondo de su memoria. A veces jugaba con él, sentía retazos de la emoción. Se inmiscuía tanto que olvidaba el mundo, se aislaba de las voces y las caras de todos para centrarse en algo que ella disfrutaba. Entonces alguien la interrumpió.

- Hola Tay.

Se sintió descubierta. No podía evitar pensar que Guewen había oído su monólogo interior y notó como le subía el color en las mejillas.

- Hola Guewen.

Hasta ese momento Tay nunca había esperado que nadie la saludara con tanto entusiasmo.



El chico no era muy alto y caminaba siempre con parsimonia, como si el mundo estuviese obligado a esperarlo y él no debiera esforzarse por alcanzarle. No habían compartido muchas palabras. De hecho, Tay dudaba de haber intercambiado algo más que un hola. 

Caminó hasta ella sin mirarle a los ojos, con los hombros hundidos y la mochila gris en una mano. Se dejó caer en la silla y la clase retomó su ritmo habitual, pero el corazón de Tay retumbaba desbocado en su pecho. Guewen esparció sus cosas por la mesa y adoptó una postura holgada. Se giró de golpe y descubrió a Tay mirándolo, pero no apartó la mirada. Él sonrió y fijó sus ojos en los de ella. 

- Hola, Tay. 

El interior de ella estaba en guerra entre la Tay que sentía miedo a sus propias sensaciones y la que se reía de ella entre los barrotes de su mente, pero que el misterio del chico atraía. 

- Hola, Guewen. 

Y a partir de ese momento, aunque no lo supiera, cada día esperaría las clases de Biología con ansias y se convertiría en su asignatura preferida.

ハイ
Con cariño, Maraya

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada