La larga lista sigue siendo larga, pero tiene un título menos. Y supongo que fue precisamente el momento de leerlo, porque me dejé sorprender por él y saboreé cada palabra como si leyese por primera vez. Encontré en sus páginas inspiración, para el día a día y para escribir - que aunque no lo parezca, lo estoy haciendo, solo que no he continuado los cuentos del blog - y sus palabras me hicieron enormemente feliz y optimista. Mi compañera de pupitre aún cree que estoy un poco ida desde que me pasé una clase entera de historia leyendo sin que me molestaran las conversaciones de los demás y las explicaciones de la profesora.
El libro en cuestión es Bitterblue, la tercera parte de Graceling, escrita por Kristin Cashore. Quiero aclarar antes que nada que no es una tercera parte convencional. La primera entrgea, Graceling, está protagonizada por Katsa, la segunda por Fuego y la tercera por Bitterblue. Bitterblue se sitúa ocho años después de Graceling, y Fire es anterior a ambas. Graceling es una joya que encontré por casualidad, hecho que la hace aún más preciada para mí; Fire fue la esperanza de que las buenas historias no habían acabado; pero Bitterblue fue el libro que me sacó del pozo de negatividad en el que me había hundido.
Porque para mí Bitterblue tiene ese punto de locura que ansío en un personaje. Un punto que la hace actuar de manera espontánea e irracional, humana. Me he encontrado a mí misma en ella, he visto las preocupaciones que alguna vez he tenido y la fuerza de voluntad que hemos necesitado tanto Bitterblue como yo para salir adelante después de una pérdida terrible: la pérdida de nuestra madre.
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