dimecres, 8 d’octubre del 2014

2. Sueños, Segunda parte - Cuentos para Guewen

¡A leer se ha dicho!

Sueños, Segunda Parte


-Señorita Ashlynn, despierte. ¡Son más de las once! Debe arreglarse para la cena con el rey y antes debe almorzar y comer... ¡Despierte!

-Cinco minutos más..

La criada suspiró y fue a preparar el agua para el baño. Ashlynn se desperezó bajo las sábanas, con los ojos aún cerrados. Quería guardar las sensaciones de su sueño antes de que olvidara las imágenes, pero jamás lograba retenerlas más de un minuto. Lo último que pasó por su mente antes de abrir los ojos fue un cielo teñido de rojo escarlata.
La seda dejaba pasar un poco de luz que le pintaba la cara de un azul pálido. Se destapó y la criada, Eva, le trajo el desayuno a la cama. Comió con calma, disfrutando al ver los nervios de Eva por la tardanza. Después dejó que la ayudara con el baño, que le desenredara el cabello y le frotara los pies con una esponja. Cuando finalmente se quedó sola, después de que Eva le hubiese puesto un vestido verde de gala y le hubiese obligado a comer, fue al ventanal de su balcón. Allí estaba Heit con su aire melancólico y la mirada muerta.

-Buenos días, Heit - le depositó un beso en la mejilla -. Al menos puedo disfrutar de ti en los sueños. ¡Lo que daría por vivir en ellos!

Fue hasta al tocador para coger el colgante que su padre le había regalado y se tropezó con unos ojos marrón cálido, claros como la miel. Eva le había recogido los tirabuzones castaños en un perfecto moño. Ashlynn sonrió a su reflejo y con una mano se quitó las horquillas, dejando que el pelo le cayese por los hombros. Eva se iba a enfurecer.


Bajó por la tarde dando saltos por las escaleras de mármol de su torre hasta llegar al vestíbulo principal. Estaba plagado de antorchas apagadas, y la única luz que permitía ver algo provenía de los altos ventanales de la sala. La estancia estaba repleta de personas vestidas con traje, elegantes capas y máscaras que les tapaban la cara.

-¡Señorita Ashlynn! Debe ponerse la máscara de inmediato, o el rey se enfadará. Creo que la tengo…-Eva empezó a rebuscar entre los bolsillos de su delantal y en cuanto alzó la vista adoptó una cara de sorpresa y horror-¡Oh! ¡Señorita Ashlynn! ¿Qué ha hecho con su pelo?- alargó los brazos hacia la chica, pero esta se zafó de ella y se apresuró a perderse entre la gente.

Cuando estuvo segura que había despistado a Eva, empezó a tranquilizarse y ralentizar el paso. Caminó con firmeza esquivando invitados y saludándolos al mismo tiempo. Entonces sus ojos se toparon con unas máscaras de filigrana colgadas en la pared, a modo de decoración. Estaban situadas encima de la chimenea del salón y nadie parecía pendiente de mirar si alguna de ellas desaparecía. Ashlynn se dirigió con sigilo a las máscaras y elevó el brazo para coger una, pero no era suficiente alta. Se puso de puntillas en un inútil intento de tomar el antifaz. Ya no podía coger otra: no se reiría de ella un artilugio sin vida. “Pero Heit tampoco tiene vida,” dijo una voz en su cabeza, “y sin embargo no lo tratas como algo muerto.”
Cuando lo intentó por última vez y sus dedos rozaron la punta, una mano la cogió por ella y se la tendió.
Ashlynn la cogió con recelo. Un chico de cabello rubio vestido de negro apartaba la mano y se la colocaba detrás de la espalda. Lucía una máscara completamente blanca que tapaba todo su rostro y solo dejaba paso a unos ojos verde oscuro, como los cipreses del bosque de enfrente.

- Gracias.



Con cariño, Maraya

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