dissabte, 4 d’octubre del 2014

2. Sueños, Primera parte - Cuentos para Guewen

Soy horrible, lo sé. No he logrado continuar el primer cuento cómo a mí me gustaría, ni los otros, pero por esa razón he decidido publicar uno que ya esté acabado y así poder actualizar con regularidad. Creo que voy a tener que organizar más bien mi tiempo para poder ser constante con este blog, porque ganas no me faltan. Así que aquí está el segundo cuento de Cuentos para Guewen redirigidos a Ariel, a pesar de que el primero no tenga aún final - por experiéncia sé que me cuesta mucho empezar por el principio. 

Este cuento es el relato más espontáneo que he escrito y acabado, y fue durante la época que Guewen era algo parecido a mi editor y entre broma y broma salió esto. No es un cuento como los demás ya que no hay ningún personaje llamado Guewen, pero está dentro de la lista porque seguramente es el que más le pertenece. Realmente estoy orgullosa del resultado, porque era en ese entonces una gran cantidad de páginas y porque lo escribí del tirón, en un día, sin dudar sobre lo que estaba tecleando. 

Se llama Sueños. Es un réquiem a aquellos sueños que entonces tenía y aquellos que todos hemos tenido y se han quedado en el olvido. ¡A leer se ha dicho!

Sueños, primera parte

Francia
Abrió los ojos con el primer rayo de sol que se coló por su balcón. Las sábanas estaban arrugadas en torno a Ashlynn, formando irregulares pliegues de seda azul. No había cambiado la postura con la que se había dormido la noche anterior, pero el estado de las mantas indicaba que no había pasado una noche tranquila. Se incorporó y salió de la cama. El frío de la piedra en el suelo le produjo un escalofrío que la sacudió de los pies a la cabeza. Caminó hasta el halo de luz que se reflejaba en la piedra y notó que allí la temperatura era más templada, menos gélida.
Levantó la mirada y encontró unos ojos grises de roca, deteriorados por el tiempo. Pertenecían a una estatua situada en el centro del balcón de Ashlynn, una estatua que había permanecido allí tanto tiempo que su memoria no lograba recordar cuando no había estado. Retrataba un chico alto y delgado, con una expresión triste en los ojos y una postura relajada pero abatida. Siempre se había maravillado al ver tanta belleza en algo muerto, sin energía ni identidad. A veces le hablaba cuando se sentía sola o infeliz, explicándole todos sus males como si la piedra pudiese cobrar vida y contestarle. Poco a poco el chico de piedra fue un amigo para Ashlynn, alguien en quien podía confiar y que nunca iba a fallarle. Aún así, sabía que se engañaba, porque un trozo de roca jamás podría proporcionarle la sensación del calor humano, de las caricias, o el cariño. Por eso mantenía su relación con la estatua en secreto, para que nadie sospechara que era demente, aunque ella misma empezaba a dudar que no fuera verdad.
Alzó la mano y la posó en la mejilla inerte del chico. Rozó con las yemas de los dedos la superficie rugosa y áspera esperando una señal que le indicara que estaba vivo, que también estaba con ella.
Pero no paso nada.
Cerró los ojos con fuerza para reprimir la lágrima que amenazaba con caer y crispó la mano en un puño.

 Heit, por favor, despierta…-el chico le devolvió el silencio más frío que jamás le había dirigido.

Entonces Ashlynn hizo algo que nunca antes había osado hacer. Rodeó con su brazo el cuello del chico, de piedra. Dirigió sus labios a los del chico, de piedra. Pero cuando le besó, él ya no era de piedra, era de carne y hueso, humano, con el pelo sacudido por el viento. ¿Viento? Ashlynn no recordaba que soplase el aire antes de besar a Heit, pero por alguna razón eso ahora no importaba. Cerró los ojos y dejó que Heit la cogiera por la cintura. Y cuando se separaron, oyó por primera vez la voz del chico de piedra.

- Ashlynn..

Tenía la voz como siempre había imaginado, grave pero melódica. Abrió los ojos para mirarlo a la cara y vio entonces algo que disipó la nube de felicidad en la que se había instalado.
El cielo era de color rojo.


Con cariño, Maraya.



1 comentari: