divendres, 5 de setembre del 2014

1. La princesa tímida que convertía los secretos en piedra y los arrojaba al río, Primera parte - Cuentos para Guewen


Este cuento apareció el día que cayó en mis manos un libro infantil muy especial, Ensueños. Estaba aburrida esperando a alguien y me adentré en la sección infantil - porque allí nunca hay nadie. Ojeé ese libro sin demasiado interés, pero una frase logró captar mi atención y creó esta historia como si me la contase con una sola línea.

Cuenta la leyenda que una antigua princesa muy tímida convertía los secretos en piedras y arrojaba esas piedras al lago

Esto es solo la primera parte, pero si colgase todo de una vez no lo haría nunca... Soy un caso perdido.
Eso es todo. ¡A leer se ha dicho!

Uno. Dos. Tres. Tres saltos dio la piedra antes de hundirse. Rebotó en la superficie del agua rompiendo el cristal con formas redondeadas. Dos ojos color gris seguían embelesados el recorrido de la pequeña piedra. Jemima suspiró  y cerró los párpados dejando caer una cortina de fino cabello blanco, ahora maltrecho.
Notaba la ropa húmeda sobre su cuerpo, pesada y sucia. Se mordió las uñas que apenas existían dejándose los dedos rojos y sangrientos. Se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos. Sintió su piel tibante y seca, frágil, con las venas tan superficiales que casi podía notar su pulso. Se iba transportando a un estado de somnolencia, de letargo, cuando oyó el sonido.
Una gota sobre líquido.
Abrió los ojos y los dirigió a la minúscula gota que flotaba sin forma en el lago. Si Jemima no la hubiera visto nunca, esta se habría camuflado con el paisaje. Habría pasado desapercibida entre el frondoso bosque grisáceo y el suelo oscuro. Pero Jemima, que esperaba esa misma gota a cada momento, cada día, la distinguía como una pequeña esfera de luz en un mar de oscuridad. Se arrastró por la arena negra hasta la orilla del agua y le dio cobijo entre sus dedos mientras el agua se escurría entre las grietas de sus manos.
La miró con asombro, maravillándose de su extrema belleza y su color tan vivo y opaco a la vez. Color perla, color ceniza, color bruma, color secreto.
-          Te he encontrado - murmuró bajito.
Cerró los ojos y notó que su piel sanaba, se hidrataba. Sus labios se volvieron rojizos y suaves, las ojeras desaparecieron, el cabello recuperó su salud y su color oro y las uñas volvieron a su tamaño normal.
Cuando volvió a abrir los ojos, eran de color miel.
Besó la diminuta gota y esta se convirtió en piedra, compacta y dura, cristalina. La lanzó con fuerza, con la vitalidad recuperada que desaparecía poco a poco a medida que la piedra se alejaba de ella.
Uno. Dos. Tres. Una joven de cabello blanco y ojos grises observaba el trayecto de la piedra.





Con cariño, Maraya

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