He aquí el primer mini-relato, si se puede lllegar a llamar así, de Un día en suburbia. No tiene demasiada explicación y podría interpretarse con mcuhas ciudades, pero es fácil adivinar cuál es si se me conoce - lo cual dudo, ya que en este blog nadie lo hace, ¡já!
La estrofa antes de el primer relato vendría a ser la introducción, y es el final de la canción de Anochece, que me pareció muy bonito. ¡A leer se ha dicho!
Un día en suburbia
Solo necesito un día, un día en esta ciudad, un día para demostrar que estoy aquí, que sigo vivo. Podéis llamarme Nach, el aliado o el enemigo, o el loco, el iluminado, pero yo soy uno más, y solo necesito un papel, un micrófono y unas mentes dispuestas a escuchar y sentir.
Solo necesito un día, un día en suburbia.
1. Una ciudad que nos atrapa
¿Y qué es el tempo sino un invento de la humanidad?
Camino por las calles saboreando
la despedida de aquella ciudad que había sido mi cobijo durante tres (¿o fueron
dos?) días, aunque la medida de las horas se había deformado entre los bares,
las noches, las sonrisas, y las luces de la ciudad, que, caprichosas, se habían
apoderado de una parte de mi alma, de mi ser. Todos ellos han dejado una
imprenta imborrable en mi piel, con un olor inconfundible a libertad. El gusto a metal y cultura, a
metrópoli y noche, residen detrás de mi lengua, acidificando mi paladar.
Imágenes pasan a una velocidad vertiginosa delante de mis ojos, el viento
salado ruge en mis orejas. Los edificios altos me aplastan, con ayuda de la
gravedad y las nubes, que ocultan la entrada al paraíso de las alturas, haciendo
infinito el límite del hormigón. Una calle inacabable y gris, de asfalto,
decora el suelo de todo ese monstruo de vida, toda esa fugitiva de los
segundos, red del tiempo. Toda esa ciudad que nos atrapa.
Con cariño, Maraya
M'agrada molt tot el que has escrit en aquest blog.
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